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Hola Mamá...

5/11/2017

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  Antes de empezar a escribirte esta carta cerré mis ojos y te imaginé. Una lágrima tímidamente cayó sobre mis labios que dibujaban una sonrisa. Muchas historias compartidas, muchos sentimientos vividos, unos en la misma dirección y otros en diferentes, pues entre madre e hija son muchas las ilusiones y expectativas que se entrelazan como un dechado de esos que a veces bordabas por mi porque no tenía ni el tiempo ni la pericia que tú tenías.
Recorrer mi historia es contar con tu presencia en mi vida. Después de vivir 9 meses en un vientre seguro y que me nutría, nos encontramos cara a cara dispuestas cada una a dar lo mejor de sí, con todos los miedos e incertidumbres que esta nueva relación traía para las dos, en la que se estaban formando los cimientos emocionales de mi vida como niña y como mujer, y en la que ponías tu cuerpo y tu alma a mi servicio. Fuiste esa madre que iba necesitando para poder agarrarme al mundo físico, y emprender la tarea de actuar cada vez con más autonomía y desarrollar así mi consciencia como persona independiente de ti, valiosa y capaz.
Y, en ese camino, hicimos muchos aprendizajes, como pasar de ser la madre protectora a ser la madre que confía y me permite vivir mi propia historia, mis propios proyectos. Suena fácil, pero hubo ires y venires, pues queriendo volar con autonomía, no me faltaron los temores y las dudas, ¿sería capaz de lograrlo?, ¿qué irían a decir de mí?, ¿se molestaría mamá?
También aprendimos que muchas veces cada una hizo cosas para la otra, quizás por las expectativas que teníamos de lo que debería ser cada una y lo que debería ser nuestra relación, y que al final a pesar de no cumplir lo esperado por la otra, seguía estando el amor de base que permitía superar, reconsiderar y ajustar las creencias, los malestares y volver a la esencia de nuestro ser.
De tu mano aprendí las primeras lecciones sobre el amor y el temor, sobre las relaciones, sobre lo femenino y lo masculino, sobre la generosidad, la familia, el perdón, el dolor e hice mis propias interpretaciones de acuerdo a lo que iba comprendiendo y me servía para estar en familia, para estar bien contigo y para sentirme amada. Mientras tanto tú ibas conectándote con el mundo, con mi papá, mis hermanos, tu familia, tus proyectos y tu propia vida. ¿Cómo lo lograbas? No lo sé y creo que a veces te sentías agotada, pero no me daba cuenta, hasta después cuando empecé a sentirme “grande”, y es cuando ese cordón umbilical de energía que aún manteníamos se cortaba y te pude entonces ver separada de mí, lo que me permitía crecer emocionalmente, asumirme cada vez más al darme cuenta de la responsabilidad que iba teniendo con mi propia vida. Ahora entiendo que cortarlo era importante, pues significaba que no dependería ya de ti, que soltaba también las expectativas de sustento, de que siguieras satisfaciendo mis necesidades y de que me dieras un amor como se le da a una niña, para pasar a una relación de mujer a mujer, reconociéndonos hermosas, independientes, valiosas y aprendiendo a relacionarnos de forma diferente.    
Ya no necesitaba tu aprobación para saber que me amabas, y yo te amaba, aunque no hicieras lo que esperaba. Eso lo logramos las dos en nuestro aprendizaje juntas, porque además nos respetábamos y confiábamos la una en la otra, aunque no compartiéramos creencias o actividades se fue fortaleciendo nuestra relación. Caminamos parte de nuestras vidas una al lado de la otra, pero luego seguí mi propio camino, y al mirarme avanzar no siempre estabas segura de que fuera la mejor decisión, a veces yo tampoco, pero ahí contaba contigo para apoyarme, cuestionarme, o lo que hiciera falta, para luego soltarme y así seguir avanzando.  
Hoy cuento con la energía y el amor de mi madre interna, que se gestó a partir de esa huella que dejaste en mí, que noto cuando veo en mí actitudes tuyas, cuando me veo protegiendo a mis hijos como sentí que me protegías, cuando pienso en ti al tomar decisiones que pueden afectar a otros, cuando siento que fuiste el modelo con el que forjé mi feminidad, y con el que valoré el masculino, en mí y en los hombres de mi vida.
Hoy reconozco tu fuerza, tu debilidad, tu sabiduría, tu inocencia, tu valentía, tus temores, tu flexibilidad, tu rigidez, tu capacidad de amar y agradezco el haberte tenido conmigo como mamá, maestra, escolta, entrenadora, amiga… Fue en todas esas interacciones como formé mi comprensión del mundo, de mi mundo, inicialmente mirando solo afuera pero luego entendí que ese mundo era un reflejo del de adentro y pasé a conectarme con mi ser, como haciendo un regreso a mí misma, y así al conectar con mi alma conecté también con la tuya y con el amor que vive en ellas y las entrelaza.
Por eso, hoy, con Todo mi Amor, recupero las expectativas que puse en ti, y te devuelvo las que tú pusiste en mí, para que, como dos almas al desnudo, nos miremos, nos reconozcamos y sanemos todo aquello que ha podido alejarnos del amor, la libertad, el respeto y la aceptación.
¡Te amo!
¡Te extraño!

​Blanca Sofía Aguilar


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